En el devenir de la historia los seres humanos hemos actuado en contra a nuestra propia naturaleza racional y somos testigos de errores repetidos a lo largo de los siglos.
El deseo de conquista, de poder, de sentirse superior a otros es una constante histórica, pero el genocidio es y será, una de las muestras de barbarie más vergonzosa de la humanidad.
Es innegable que el Holocausto judío es el ejemplo de genocidio más impresionante y aterrador de la historia contemporánea, no sólo por la magnitud sino por la forma en que lo acometieron.
Parece ser que 6 millones de muertos en pleno siglo XX, con los medios de comunicación que nos pone al alcance de filmes, fotos, grabaciones, testimonios vivientes de ese terror, no han servido para aclarar la mente de quienes se sienten superiores a sus congéneres.
Y la historia se repite, en Ruanda con el intento de exterminio de la población tutsi en 1994, las miles de muertes en Sierra Leona, y otras regiones de África por rivalidades tribales.
En plena Europa el genocidio cometido en Bosnia bajo las órdenes de Slobodan Milosevic. Los informes denunciaron campos de concentración serbios y una campaña de «limpieza étnica»: expulsión forzosa, violenta y a menudo asesinato de habitantes de etnias rivales. Según Amnistía Internacional, miles de civiles y combatientes capturados y heridos se dejaron morir en forma deliberada y los prisioneros fueron torturados. Cifras de la ONU, informaron que unas 40 mil mujeres fueron violadas. Si bien todas las partes en conflicto cometieron abusos, los serbios cargaron con la mayor responsabilidad, mientras los musulmanes fueron las principales víctimas. La Comisión de Derechos Humanos de la ONU denunció que 10 mil musulmanes fueron detenidos en campos de concentración croatas, y padecieron torturas y ejecuciones sumarias.
Ante situaciones tan aterradoras es necesario reflexionar al respecto y tomar consciencia de que no estamos exentos de repetir estas situaciones y buscar formas para evitar que un pueblo llegue a esta destrucción.
Cabe recordar las palabras del Secretario de las Naciones Unidas, General Ban Kimoon con ocasión del décimo tercer aniversario del genocidio de Rwanda:
“La prevención del genocidio es una responsabilidad individual y colectiva. Todos tenemos una función que cumplir: los gobiernos, los medios de información, las organizaciones de la sociedad civil, los grupos religiosos y todos y cada uno de nosotros. Establezcamos una alianza mundial contra el genocidio. Protejamos a las poblaciones del genocidio cuando su propio Gobierno no pueda o no lo haga”.
La necesidad de prevenir el genocidio y castigar a los culpables se situó en primer plano de la atención de la comunidad internacional al término de la segunda guerra mundial. De esa preocupación surge la Convención sobre el Genocidio de 1948, en donde se determina que el genocidio es un intento de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso como tal, mediante:
• la matanza de miembros del grupo;
• lesión grave a la integridad física o mental de los miembros del grupo;
• sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial;
• la imposición de medidas destinadas a impedir los nacimientos en el seno del grupo; y
• traslado por fuerza de niños del grupo a otro grupo.
El genocidio no surge de la noche a la mañana, es fruto de estrategias de poder. Por tal motivo, es necesario reconocer los indicios, especialmente en tiempos de incertidumbre política y económica. Las personas pueden llenarse de temores y prejuicios y si a la vez son manipulados por los gobiernos con fines políticos, un grupo puede volverse contra otro y el odio se apodera de la mente y del alma de las personas.
Es deber de cada persona educarse y educar en el respeto a la dignidad humana, inherente a toda persona y en el respeto a las diferencias para no repetir la triste historia de la brutalidad.
El deseo de conquista, de poder, de sentirse superior a otros es una constante histórica, pero el genocidio es y será, una de las muestras de barbarie más vergonzosa de la humanidad.
Es innegable que el Holocausto judío es el ejemplo de genocidio más impresionante y aterrador de la historia contemporánea, no sólo por la magnitud sino por la forma en que lo acometieron.
Parece ser que 6 millones de muertos en pleno siglo XX, con los medios de comunicación que nos pone al alcance de filmes, fotos, grabaciones, testimonios vivientes de ese terror, no han servido para aclarar la mente de quienes se sienten superiores a sus congéneres.
Y la historia se repite, en Ruanda con el intento de exterminio de la población tutsi en 1994, las miles de muertes en Sierra Leona, y otras regiones de África por rivalidades tribales.
En plena Europa el genocidio cometido en Bosnia bajo las órdenes de Slobodan Milosevic. Los informes denunciaron campos de concentración serbios y una campaña de «limpieza étnica»: expulsión forzosa, violenta y a menudo asesinato de habitantes de etnias rivales. Según Amnistía Internacional, miles de civiles y combatientes capturados y heridos se dejaron morir en forma deliberada y los prisioneros fueron torturados. Cifras de la ONU, informaron que unas 40 mil mujeres fueron violadas. Si bien todas las partes en conflicto cometieron abusos, los serbios cargaron con la mayor responsabilidad, mientras los musulmanes fueron las principales víctimas. La Comisión de Derechos Humanos de la ONU denunció que 10 mil musulmanes fueron detenidos en campos de concentración croatas, y padecieron torturas y ejecuciones sumarias.
Ante situaciones tan aterradoras es necesario reflexionar al respecto y tomar consciencia de que no estamos exentos de repetir estas situaciones y buscar formas para evitar que un pueblo llegue a esta destrucción.
Cabe recordar las palabras del Secretario de las Naciones Unidas, General Ban Kimoon con ocasión del décimo tercer aniversario del genocidio de Rwanda:
“La prevención del genocidio es una responsabilidad individual y colectiva. Todos tenemos una función que cumplir: los gobiernos, los medios de información, las organizaciones de la sociedad civil, los grupos religiosos y todos y cada uno de nosotros. Establezcamos una alianza mundial contra el genocidio. Protejamos a las poblaciones del genocidio cuando su propio Gobierno no pueda o no lo haga”.
La necesidad de prevenir el genocidio y castigar a los culpables se situó en primer plano de la atención de la comunidad internacional al término de la segunda guerra mundial. De esa preocupación surge la Convención sobre el Genocidio de 1948, en donde se determina que el genocidio es un intento de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso como tal, mediante:
• la matanza de miembros del grupo;
• lesión grave a la integridad física o mental de los miembros del grupo;
• sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial;
• la imposición de medidas destinadas a impedir los nacimientos en el seno del grupo; y
• traslado por fuerza de niños del grupo a otro grupo.
El genocidio no surge de la noche a la mañana, es fruto de estrategias de poder. Por tal motivo, es necesario reconocer los indicios, especialmente en tiempos de incertidumbre política y económica. Las personas pueden llenarse de temores y prejuicios y si a la vez son manipulados por los gobiernos con fines políticos, un grupo puede volverse contra otro y el odio se apodera de la mente y del alma de las personas.
Es deber de cada persona educarse y educar en el respeto a la dignidad humana, inherente a toda persona y en el respeto a las diferencias para no repetir la triste historia de la brutalidad.
Ma del Carmen Oronoz - Uninorte 4º Turno tarde
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